jueves, 26 de marzo de 2015

Un hombre sólo tiene derecho a mirar a otro hacia abajo, cuando ha de ayudarle a levantarse

A lo largo de mi vida he aprendido muchas cosas, una de ellas es quizás, la más importante lección que podrían haberme dado nunca: En determinadas ocasiones, se aprende más observando, mirando y escuchando que hablando sin parar. Por eso es que quizás nacimos con dos orejas, dos ojos y una sola boca.

No sé bien si es por defecto de mi personalidad, ya que soy algo callada y reservada para con mis cosas, o bien que lo he ido desarrollando más a lo largo de la vida, pero en determinadas ocasiones me doy cuenta de cómo muchas personas se olvidan de sí mismas y no precisamente porque dediquen un precioso y bonito tiempo altruista a otras personas, a su cuidado o a pasar su tiempo con ellas, sino que, dependiendo de lo que otra persona les diga, les haga etc. Ellos se sienten de una u otra manera. O bien, hacen suyos los problemas de los demás.
No nos equivoquemos, una cosa es ser empático -y cuanto más lo seas mejor-, y otra bien distinta es cargar o soportar un peso que a ti no te viene bien, o simplemente que no te toca de llevar porque no es tuyo.
Y por mucho que lo hagas tuyo, nunca va a serlo ni vas a poderlo solucionar. Y en esto hay una regla de oro que por mucho que sufras y te duela no vas a poder aliviarlo jamás: Nunca vas a poder ayudar a quien no quiera ser ayudado.
Quiero decir con esto qué, por mucho que les des consejos a personas que sufren, por mucho que le des consejos a alguien que ha tenido un problema o vivido una determinada circunstancias, o hables con  ellos todo lo habido y más...No hay nada que hacer si ellos no quieren actuar, porque tu has hecho todo lo que estaba en tu mano para ayudarles, pero son ellos los que deben querer hacerlo, al fin y al cabo, es la vida de cada cuál.
Quizás, ahora que caigo en la cuenta, también es cierto que a veces no podemos caer en la cuenta que esas personas o bien, son así o se sienten cómodos con la sensación o situación que tienen (aunque se quejen de ella), quizás están bien así o si no lo están no ven el momento - o no les ha llegado-, para cambiar eso, y eso también es respetable.
A lo mejor tienen que pasar por eso - por muy doloroso que sea-, para que se den cuenta de determinadas cosas y ahí, es, justo en ese momento cuando rezas y deseas con toda tu alma que ese dolor solo lo tenga que vivir una vez para que aprenda.

Insisto, quizás es mi personalidad, pero puedo darme cuenta cómo muchas veces y en muchas ocasiones la gente no te nota, no te pregunta, no te siente y sin embargó, tu si lo haces con ellos.
Tienen un mal día, lo notas.
Han tenido una discusión, lo notas.
Tienen los ojos tristes...Lo ves y lo sientes, por mucho que se rían (de cara a otras personas).

Sin embargo, por lo que he podido ver, eso no pasa con las personas que tendemos a callarnos más, pasamos bien desapercibidas en ese sentido y quizás es porque hemos comprendido que no importa quizás como uno esté, sino como estén los demás.

Es curioso, porque nunca me he quejado (y jamás me quejaré), de cosas como es que no me preguntan, es que no me dicen, es que no me llaman, es que no quieren saber cómo estoy...¿Por qué? Pues sencillamente porque hace mucho tiempo comprendí, que quién se interese de verdad por ti, es quien valdrá la alegría, valdrá esos momentos de risa, valdrá las cosas buenas, porque en lo momentos malos te veía cuando nadie más te percibía.
Y eso, os aseguro, que es un auténtico lujo.
Son curiosas las ironías de la vida:
El que está bien se queja para llamar la atención,
y el que está mal se calla para no llamarla
.

A todos ellos...
Gracias, sobre todo en momentos como estos.

Besos y Abrazos Lunáticos 

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