domingo, 31 de mayo de 2015

No es malo tener miedo, lo malo es dejarse dominar por él.


El miedo es algo que a veces no se puede remediar, todos, por muy fuerte que seamos o muy bien que nos encontremos, aunque sea dentro, muy dentro de nuestro fuero interno, hay algo a lo que tememos y algo que nos hace sentir miedo.
No nos confundamos…, porque hay gente que confunde los términos:
Miedo es aquello que sentimos en un momento dado por alguna situación que ha ocurrido inesperada y que nos hace acelerar el corazón por ejemplo, la aparición de una araña (para aquellos que tengan pánico a ellas me entenderán), otra cosa bien distinta es el temor.
El temor es digamos el sentimiento o la patología que se va desarrollando en nuestra mente, por ejemplo, si hace dos horas nos hemos encontrado una araña en el baño, no podemos quitarnos la idea de la cabeza cada vez que vamos a entrar en él, que vamos a volvernos a encontrar con una araña en el mismo lugar.
Eso, no es bueno.
No es malo tener miedo, lo malo es dejarnos vencer por él y es justamente con el temor cuando mejor podemos ver si está o no ganando terreno el miedo.

Siempre he dicho, que nunca hay que reírse del llanto de un niño porque todos los dolores y todos los miedos son iguales, todos nacen en el mismo sitio y aunque lo reflejemos de maneras diferentes…Todos somos capaces de sentirlos en mayor o menor medida.
Siempre habrá quizás una situación, una persona, un animal…Algo, que pueda llegar a darnos miedo, a producir algún tipo de sensación negativa en nosotros…Y que en muchas ocasiones nos puede llegar incluso a dar dolencias físicas o malestar físico en general debido a estas emociones incluso, como dolor de cabeza, náuseas, revolvimientos de estómago o lo que se consideran como retortijones, ansiedad o crisis de pánico.
Debemos ser consciente de que nosotros mismos somos los únicos capaces de llegar a parar esto.
Debemos tener claro que, por mucho que nos ayuden, nos digan, nos aconsejen etc. Solo nosotros somos dueño de nuestra mente…Y tenemos que pararla.
No podemos seguir eternamente en un buclé eterno, de hacernos un autodaño por todo, ni tampoco de dañar con ese daño que sentimos a otra persona, porque tenemos que saber y creer a ciencia cierta que, al igual que nosotros no tenemos culpa de lo que nos pasa, menos culpa tienen las otras personas que se nos puedan llegar a acercar.
Y si tenemos culpa, tratamos de ponerle remedio, ser conscientes hasta donde tenemos parte de culpa, perdonarnos, aceptarlo y tratar de asimilarlo y ponerle fin para dejar de sufrir.
Otra cosa es que algunas personas se sientan más cómodas siempre sufriendo y señalando con el dedo, culpables que no están en ninguna parte, salvo dentro de ellos mismos.
Pero aquí por desgracia sí que no se puede hacer nada, es como la persona que va al médico y comienza a decirle que le duele en todo el cuerpo, porque cada vez que se da con el dedo, le pincha, y el médico pacientemente le dice:
-          ¿No cree más probable que le duela la yema del dedo? Porque los dolores físicos que comenta no tienen relación los unos con los otros.
Y la persona sigue emperrada, y mientras se toca comenta:
-          ¿No lo ve, doctor? Me duele aquí – se señala el brazo-, me duele allí- se toca la rodilla, estoy lleno de dolores.
Hasta que el médico, viendo que de otra forma quizás no iba a conseguir nada, quiso ser claro y afirmarle con rotundidad:
No señor…Lo que usted está lleno es de excusas para no afrontar sus propias culpas y dejar de echársela a los demás.

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